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ESPECIAL RENE RAMÍREZ

"Ecuador no se modernizará si no elimina la cultura rentista"


Entrevista a René Ramírez, titular de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación.
Quito, 28 de enero de 2015

¿Cuáles son las principales conclusiones que se desprenden del libro de Piketty sobre “El capital en el siglo XXI”?

A mi modo de ver, tres. La primera, que las desigualdades de riqueza y de ingreso son consecuencia de decisiones políticas y no de leyes naturales sometidas a un falso determinismo económico. Tal conclusión lapida la mirada utópica de derecha que defiende la mano invisible del mercado suponiendo que esta llevará inexorablemente a la reducción de la desigualdad. En economía, se suele denominar a tal “ley” la curva de Kuznets. De hecho, Piketty demuestra que esta ley no se cumple revisando la trayectoria de la desigualdad económica a lo largo del siglo XX en algunos países del centro capitalista (como Francia, Inglaterra y EEUU), y mostrando que solo durante el período 1930-1975 hubo reducción de la desigualdad debido a la intervención de los Estados que impulsaron el crecimiento.   La segunda lección tiene que ver con la evidencia histórica que se desprende de su investigación: si analizamos el largo plazo, el mundo atraviesa mayores niveles de desigualdad en los ingresos en el presente que hace un siglo. Asimismo, se evidencia una altísima concentración de la riqueza acumulada principalmente en el 10% más rico de la población (e híper-concentrada en el 1% más rico), y con una tendencia al alza. Dicha concentración, concluye Piketty, atenta contra la democracia y fortalece el establecimiento de sociedades rentistas en donde el peso de la herencia adquiere mayor importancia en detrimento del trabajo y el mérito. Pero a pesar de dicha concentración, la investigación también concluye que la mayor innovación del siglo XX es el incremento de una clase media patrimonial. La tercera lección es que tales desigualdades solo pueden revertirse endógenamente con una “mano bien visible”: ya sea a través de impuestos progresivos al capital privado, pero sobre todo, y a mi modo de ver es la conclusión más importante, por medio de la inversión en educación pública inclusiva de calidad y la difusión de conocimiento.

 

¿Por qué Piketty habla de “desigualdad” y no de “pobreza”?

Hay una diferencia importante entre ambos términos; voy a explicarla con un ejemplo. En el año 2007 publiqué un artículo, junto a la Dra. Minteguiaga, en el que demostraba por qué la equidad no produce igualdad; es decir, por qué las políticas focalizadas hacia los pobres jamás iban a producir convergencia social [1]. La mayor victoria ideológica de la derecha frente a las políticas de izquierda ha sido instalar en el imaginario social que para superar la pobreza hay que hacer políticas pro-pobres. Mientras creamos que las políticas pro-pobres son las que permitirán la superación de la pobreza, jamás saldremos de la pobreza. Hay que atacar las causas estructurales de la pobreza, y en este caso es la desigualdad producida por sistemas excluyentes de educación, de salud, y por la alta concentración de la propiedad que existe en nuestros países, así como por prejuicios de raza, género, edad, etc. La distribución de ingresos producen una igualdad frágil, razón por lo cual es necesario distribuir capacidades y conocimiento. Hace dos años publiqué un artículo titulado “Good bye pobretología, bienvenida ricatología” [2]  en donde en vez de calcular la incidencia de la pobreza, calculé la incidencia de riqueza; que no es otra cosa que analizar con qué porcentaje de la riqueza de la población más rica se podría redistribuir para sacar a todos los pobres de la pobreza. Los resultados fueron reveladores: en el 2006, aproximadamente con el 1,6% de la riqueza de los ecuatorianos más ricos se podría superar la pobreza de todo el país. El libro de Piketty claramente estudia los factores estructurales de la desigualdad. Esto no significa que no le interesa la pobreza, sino que sabe que la base estructural de la misma es la opulencia. De hecho, podríamos decir que es un libro que estudia la concentración del ingreso y de la riqueza del 1% más rico de los países ricos. Si bien los pobres han sido estudiados a escala “nano”, es tiempo de poner la mirada en el otro extremo de la distribución, si queremos entender cuál es el círculo vicioso estructurante de la reproducción de la pobreza.

 

¿Por qué se da el crecimiento de la desigualdad según Piketty?

El principal argumento de Piketty se basa en lo que denomina la “fuerza de divergencia fundamental”, que está vinculada al hecho de un mundo caracterizado por una mayor velocidad de crecimiento de la tasa de rendimiento del capital (r = incremento de ganancias, dividendos, beneficios, rentas y otras utilidades del capital) que la tasa de crecimiento económico (g = incremento del ingreso económico y población): r>g. El incremento de la desigualdad y la concentración de la riqueza se deben justamente al estancamiento global en un bajo crecimiento y una alta tasa de rendimiento del capital. En sociedades de bajo crecimiento, la riqueza originada en el pasado adquiere una relevancia desmesurada, y con ello se eleva la tasa de rendimiento del capital que conduce a sociedades híper-patrimonialistas que se asientan en la herencia.

 

¿A qué se debe este aumento desproporcionado de la tasa de rendimiento del capital?

Entre otras razones, al proceso de globalización en el cual se ha incrementado el poder de negociación del capital en detrimento del trabajo, con el declive en tal negociación de las organizaciones laborales (sindicatos, etc.). Este poder de negociación del capital ha permitido que aumente la participación del capital en el ingreso nacional. A la par, ha emergido un nuevo estrato social de híper-ejecutivos que determinan sus propios salarios, sin ninguna autolimitación ética. Por otra parte, a través de la evidencia histórica Piketty también rebate la profecía marxista de que en el largo plazo la tasa de rendimiento del capital disminuiría sistemáticamente, lo que conduciría inexorablemente a la muerte del capitalismo. En estricto rigor, Marx sostiene que a medida que el capital se acumula en forma de medios de producción, la masa de plusvalor extraída del trabajo se reduce, y la tasa de rendimiento del capital también se reduce. Esto tendría como consecuencia la incapacidad del sistema económico de reabsorber las mercancías producidas por la caída de los salarios y, a la larga, la crisis de la reproducción del capitalismo. En este sentido, se puede señalar que el sistema capitalista es intrínsecamente desequilibrado y de forma natural conduce a su propia destrucción. Pero Piketty nos muestra que, a lo largo de la historia (200 años), esto no se cumple. El crecimiento tiene un aumento autónomo debido al crecimiento poblacional y a que la productividad puede aumentar ad infinitum si consideramos, entre otras circunstancias, que el conocimiento no tiene límites; es decir, que la capacidad inventiva del ser humano es ilimitada y puede impulsar el crecimiento. En este sentido se da una contradicción fundamental en las sociedades modernas: como consecuencia de la voluntad política de impulsar el incremento sistemático de la tasa de rendimiento del capital por sobre el crecimiento económico, se generan extremas desigualdades que atentan contra los valores propios de la democracia. En este marco, dos conclusiones históricas dignas de mencionar son: los momentos de reducción de la desigualdad no han sido consecuencia de procesos intrínsecos al desenvolvimiento del mercado (la mano invisible) sino a políticas concretas y shocks externos como las guerras. Por otra parte, Piketty demuestra que, en términos económicos, ni la revolución francesa ni la revolución industrial produjeron cambios radicales en la estructura de la desigualdad y la propiedad; es decir, no fueron tan “revolucionarias” como se piensa.

 

Piketty habla de modernizar el Estado social, no desmantelarlo, ¿qué implica esta propuesta?

Sobre esta temática Piketty nos deja algunos mensajes importantes. Es necesario construir un Estado social moderno. En primer lugar, la construcción de un Estado social viene de la mano de la edificación de un Estado fiscal que garantice los recursos suficientes para financiar servicios públicos e ingresos de reposición más o menos iguales para todos, sobre todo en el ámbito de la educación, salud y las jubilaciones. Es decir, el Estado social es el que garantiza una redistribución moderna basada en una lógica de derechos y en un principio de igualdad que permita el acceso de bienes considerados como fundamentales.

 

Este Estado fiscal no va en contra de la eficiencia económica...

Por el contrario, Piketty muestra que en Europa los países más ricos y productivos son los que tienen los impuestos más elevados (50% y 60% del ingreso nacional en Suecia y Dinamarca), y los países más pobres y menos desarrollados son los que tienen los impuestos más bajos (apenas más del 30% del ingreso nacional en Bulgaria y Rumanía). Por otra parte, la modernidad del Estado está ligada a generar instituciones que permitan la deliberación democrática sobre asuntos de interés público. Este Estado social moderno debe tener la capacidad de responder a los cambios sociales que surgen en las sociedades tales como las reformas necesarias en el sistema de seguridad social frente al incremento en la esperanza de vida o al crecimiento del desempleo juvenil que se da a escala global.

 

¿Y en el campo de la educación superior que es su área?

Piketty sostiene que un desafío central para el Estado social en el siglo XXI es lograr una verdadera igualdad de oportunidades. El diseño institucional de acceso a la educación superior marca la diferencia entre construir “sociedades meritocráticas” u “oligárquicas hereditarias”. Empero, hay que tener cuidado con aquellas instituciones que inventan el mérito como justificación de su accionar excluyente. Me llamó la atención la denuncia explícita que hace Piketty sobre la falta de transparencia en los procedimientos de selección de Harvard. Piketty señala que el ingreso promedio de los padres de los estudiantes de Harvard es hoy del orden de USD 450.000, es decir aproximadamente el ingreso promedio del 2% de los hogares de estadounidenses más ricos, lo que parece poco compatible con una selección basada solo en el mérito. En el otro extremo, Piketty pone el ejemplo de Europa, en donde las colegiaturas son bajas o nulas. No es una sorpresa que a principios del 2013, Baviera y la Baja Sajonia decidieran suprimir el cobro de la matrícula universitaria que era de 500 euros por semestre y aplicar, como en toda Alemania, la gratuidad absoluta. Vale señalar que de acuerdo al Ranking de Shangai de las 500 mejores universidades, 300 son europeas y 200 de Estados Unidos. Claramente, el Estado de bienestar y la garantía de derechos están mucho más consolidados en Europa que en Estados Unidos, en donde el acceso a servicios sociales se hace mayoritariamente vía mercado. La pregunta que debemos hacernos es qué tipo de sociedad queremos edificar. En este marco, hablar de transformación educativa es hablar de transformación social. Tomando en cuenta la comparabilidad histórica y geográfica, podría señalar que las transformaciones en el campo de la educación superior que hemos realizado en Ecuador apuntan a la construcción de sociedades más igualitarias, que fomenten la productividad económica. El elevado financiamiento público, que en este momento llega al 2,12% del PIB (superior al promedio del 1% del PIB europeo y del 0,8% latinoamericano), la recuperación de la gratuidad de la educación superior, la ayuda económica para aquellos ecuatorianos de escasos recursos, el acceso meritocrático a través de un examen transparente en función de la capacidad ofertada por las universidades, los procesos sistemáticos de evaluación y acreditación de universidades, y el respeto absoluto de la autonomía responsable de las instituciones de educación superior son la fórmula que produce no solo sociedades más cohesionadas sino economías con altos niveles de productividad; en esto coincidimos con Piketty. Así como Piketty demuestra en su libro que el trade off que la economía ortodoxa suponía entre crecimiento y desigualdad es falso, nosotros hemos demostrado al mundo que se pueden producir cambios radicales en los sistemas de educación superior, que combinen calidad con igualdad, calidad con democratización. No es fortuito que desde 2006 la matrícula universitaria del 20% más pobre se haya multiplicado por ocho y la de los indígenas por tres. A la democratización señalada debemos añadir el incremento de la matrícula: de acuerdo a los censos de población y vivienda, de 1982 a 1990 decreció 0,5 puntos porcentuales la tasa neta en la educación superior; y de 1990 al 2000 incrementó 6,4 puntos; en la última década (del 2000 al 2010) dicha matricula aumentó 12,4 puntos porcentuales. Estructuralmente podemos decir que la sociedad ecuatoriana se está volviendo más igualitaria (y por ende, más cohesionada), más democrática y más productiva. Claro está que existen otras fuerzas que apuntan todavía a la divergencia social y económica, y que principalmente tienen que ver con todo lo que implica las fuerzas económicas que empujan una estrategia de desarrollo primario-exportadora y, sobre todo, secundario-importadora. Al poner en el centro del debate de la transformación social a la educación pública de calidad y a la democratización del conocimiento, nosotros estamos proponiendo pasar de la sociedad de la plutocracia hacia una democracia real; estamos proponiendo pasar de una sociedad dependiente a una sociedad autónoma; estamos proponiendo pasar de una oligarquía hereditaria y rentista a una sociedad meritocrática; y que antepone el trabajo sobre el capital.

 

Usted señala que uno de los temas importantes en la propuesta de Piketty para revertir la desigualdad tiene que ver con el rol que juega la educación, ¿podría profundizar en esto?

Efectivamente. Sobre este punto es necesario señalar algunos temas importantes, incluso para entender la propuesta desde el Gobierno de basar la transformación social en la educación, ciencia, tecnología e innovación. En primer lugar, Piketty evidencia a lo largo de su libro que la política más eficaz para incrementar los salarios más bajos y medios y para disminuir la concentración de la riqueza en el 10% de la población (tanto en la masa salarial como en el ingreso nacional) es la inversión fuerte y masiva en la educación superior y formación profesional de calidad. En otras palabras, el mecanismo más eficaz para reducir desigualdad es la inversión en educación y la difusión de los conocimientos y las competencias. Asimismo, queda claro que el crecimiento económico global se basa en el incremento de la productividad de la mano de obra, y que sin lugar a duda la inversión en educación es la política pública que mayor impacto tiene aumentar el crecimiento de un país, incrementar la productividad del trabajo y reducir la desigualdad económica. Por otra parte, en una mirada esperanzadora, si bien los límites biofísicos podrían frenar el crecimiento, Piketty sostiene que la capacidad inventiva y la racionalidad del ser humano pueden generar nuevos mecanismos de producir energía renovable y permitir la sostenibilidad ambiental, razón por la cual el crecimiento inmaterial del conocimiento puede continuar todavía al menos por un par de siglos adicionales. No existen razones para pensar que el progreso tecnológico y la capacidad inventiva se detendrán en la humanidad.

 

¿Qué lecciones se pueden extraer del libro de Piketty para nuestra situación en América Latina?

Algo importante que evidencia Piketty tiene que ver con la historia de la acumulación de la riqueza de Europa y Estados Unidos, sobre lo que es pertinente reflexionar hoy. Existe mucho debate en la bibliografía especializada sobre las razones por las que se ha producido un rezago entre Estados Unidos y América Latina. Más allá de explicaciones culturales que suelen dar ciertos autores, Piketty muestra evidencia histórica contundente de la que se desprenden dos argumentos importantes. El primero alude a que mientras Europa colonizó buena parte de África, Asia y Latinoamérica, Estados Unidos se enfocó en su propio territorio; es decir, el colonizador europeo tenía activos en el extranjero y los trabajadores de esos países trabajaban para el consumo del colonizador, situación que se prolongó incluso después de los procesos de independencia. Había una transferencia de riqueza, en donde Europa tenía garantizado un cierto nivel de consumo y acumulación sin trabajar. Dicha situación no sucedía en Estados Unidos. Por otra parte, Piketty muestra que durante un siglo Estados Unidos tuvo un 20% de su población esclava. Esto permitía la acumulación originaria de capital a través de la explotación laboral más brutal y sin remisiones. Esa riqueza quedaba en el propio país. En nuestra región había explotación también, pero la riqueza se transfería al viejo continente. Estos hechos son evidencia contundente de las causas que han provocado la divergencia entre Estados Unidos y nuestra región. No podremos constituirnos en países auténticamente soberanos sino nos “poseemos” a nosotros mismos y si preservamos sociedades excluyentes que basan su acumulación en formas de explotación laboral, y en prejuicios de raza, género, religión, etc. El otro punto que, a mi modo de ver, está en disputa este momento en la región es la elección política de tener sociedades meritocráticas o rentistas. América Latina es la región más desigual del mundo debido a sistemas educativos y de salud excluyentes, sistemas económicos patrimonialistas/rentistas y racismo. Esto configura sociedades poco meritocráticas y poco democráticas, asentadas en una lógica en donde la riqueza no se genera y se merece, sino que se hereda. Esto ha generado una plutocracia en donde las familias con abolengo y poder económico tienen amplio poder de negociación al momento de la distribución de la riqueza nacional. En el campo de la educación superior, no es casual que los países que más han privatizado los sistemas universitarios (como Brasil, Chile) sean los países más desiguales; mientras que los países que mantuvieron sus sistemas universitarios públicos (Uruguay, Cuba, Venezuela) sean los menos desiguales (atención, que no estoy diciendo aún nada acerca de la calidad). La oferta educativa (matrícula) del primer grupo de países es mayoritariamente privada y la forma de financiamiento arancelada. Todo lo contrario sucede en el segundo grupo de países donde existen sistemas públicos, gratuitos y masivos. Puedo señalar que en la actualidad en Ecuador hemos desmercantilizado la educación superior y así hemos recuperado el sentido público de la educación superior en un 70% de las universidades. En el otro 30% todavía la sociedad tiene el reto de democratizar el acceso. Nos referimos a que la universidad particular todavía sigue siendo un espacio de reproducción de clase social: del total de la matrícula en las universidades privadas, el 70% de estudiantes provienen de familias que pertenecen al 20% más rico.  Esto se ha mantenido prácticamente constante en los últimos ocho años. En mi libro “Igualmente pobres y desigualmente ricos” (Quito, 2008) demostré que las fuentes de ingreso donde más se concentran los recursos monetarios son: el capital financiero, el capital físico y las utilidades de los capitalistas/patronos. No es casual que el 70-80% del ahorro esté concentrado en el 20% más rico. Podría señalar que no produciremos sociedades más cohesionadas e incluyentes y no modernizaremos nuestra sociedad, y esto no lo lograremos mientras no rompamos con la cultura rentista y hereditaria de nuestras sociedades.

 

¿Podría comentarnos qué ha sucedido en Ecuador en el período de gobierno de la Revolución Ciudadana en la relación entre capital/trabajo?

Es importante señalar y recordar la economía política de las estadísticas. Cuando inició nuestro gobierno habían desaparecido las estadísticas sobre la distribución primaria del ingreso. Como Secretario de Planificación y Desarrollo pedí entonces que se vuelva a recopilar tal estadística. Ahora ya se está produciendo sistemáticamente en el Banco Central. Esto no es fortuito. Esconder las estadísticas capital/trabajo significa esconder la realidad de quién manda en una sociedad. En el caso ecuatoriano, las estadísticas del Banco Central evidencian que la participación de los trabajadores en el ingreso, entre 2007 y 2013, ha crecido en 4,6% y cayó la participación del capital 9,4%. Una mirada simplista podría decir que el crecimiento de la participación proveniente del ingreso del trabajo resulta muy bajo luego de ocho años. No obstante, si ponemos los datos en perspectiva comparativa podemos darnos cuenta de que no es así. En el último siglo en Europa, donde la participación del trabajo bordea el 70%, si tomamos el nivel más bajo de participación laboral y en el otro extremo el nivel más alto del mismo, nos damos cuenta que el máximo crecimiento que se dio en 100 años ha sido del 10%. Desde esta perspectiva los logros conseguidos en la Revolución Ciudadana son significativos. Ahora bien, quizá algo que es importante señalar y que Piketty omite en su análisis, pues solo lo menciona marginalmente, es lo que se denomina “ingreso mixto”. Es mixto porque no puede diferenciarse la porción de ese ingreso que corresponde a la retribución al trabajo de la que corresponde a la retribución de los activos que intervienen en el proceso productivo. En Ecuador y la región existe un grupo importante de ciudadanos que son a la vez capitalistas y trabajadores; generalmente se trata de cuentapropistas, personas que trabajan en la economía social y solidaria, en negocios familiares, etc. Su proporción no es menor. Representan alrededor del 38% de la población económicamente activa, y su salario ha tenido un incremento del 49% entre 2006 y 2013. Este grupo de la población ha visto incrementar su participación en la distribución primaria del ingreso en 4,8%. En suma, podríamos señalar que de la caída de la participación del capitalista en 9,6% entre 2006-2013 la mitad se debe al incremento de la participación de los trabajadores en relación de dependencia y la otra mitad a aquellos trabajadores “cuentapropistas”. La participación del Estado se ha mantenido constante en el período analizado. Ahora bien, más allá de la propuesta concreta que realiza el autor de gravar impuestos sobre herencias, realizar tributación progresiva e implementar un impuesto global a la riqueza como un posible antídoto a la creciente concentración de riqueza y poder, es fundamental articular políticas sobre los sistemas de propiedad. Sostengo que no solo es necesario redistribuir después de que se genera riqueza, sino que en el mismo momento del proceso productivo es necesario distribuir. Esto únicamente es viable si se genera otro sistema de organización, de gestión de la producción, y obviamente de propiedad. Los sistemas mixtos pueden romper la lógica del capitalismo y la relación de poder asimétrica entre capitalista y trabajador. El cooperativismo, el asociativismo, la economía social y solidaria, el emprendimiento republicano (en el cual el trabajador es dueño del capital accionario) son formas de organización que buscan romper con la lógica de dominación del capital. Esto es algo que falta profundizar en la investigación de Piketty. Siempre y cuando este tipo de economía no sea reproductora de pobreza, de pobres y para pobres, estas diferentes formas de gestión y organización productiva no solo que contribuyen a buscar una economía menos desigual sino que democratizan las relaciones productivas al romper las asimetrías de poder. Desde mi punto de vista, es fundamental entender que un componente estructural del cambio en la matriz productiva es diversificar las forma de gestión, organización y propiedad hacia aquellas que tiendan a romper con la relación capital/trabajo. Necesitamos más “Ramadas”, más “Clementinas”[3]. Lamentablemente, siento que existe una visión que lleva a la inacción, de que este tipo de modos de producción son siempre ineficientes. Existen miles de experiencias a nivel mundial que demuestran lo contrario. El autor señala que el modelo Alemán ha tenido éxito por tomar en cuenta este tipo de modos productivos (modelos de propiedad social o stakeholder model) y nadie podría señalar que Alemania es un modelo de economía ineficiente; al menos podríamos señalar que es tan eficiente –desde parámetros capitalistas- que el modelo de mercado anglosajón (stockholder model). Debemos auspiciar sistemas productivos que redistribuyan creciendo, pero también que crezcan distribuyendo. Este es un reto que tenemos en el proceso de cambio en la matriz productiva y que manda nuestra Constitución. Así como la educación produce libertad, la democratización de la propiedad y del capital permite romper la relación de dependencia/poder y lograr así mayor autonomía individual; es decir, produce mayor democracia y mayor libertad a la vez.   

 

¿Cuál es la relación de lo que ha señalado con la propuesta del Gobierno Nacional de construir un “ecosistema de innovación”?

La propuesta que hacemos de innovación busca fomentar nueva riqueza a través de crear nuevo valor agregado ligado al ingenio, al conocimiento del ser humano. A la vez, si logramos establecer un sistema en que la riqueza del emprendimiento sea del innovador y no únicamente del financista (como sucede en el rentismo de los usuales sistemas de propiedad intelectual) estamos rompiendo con la forma de enajenación usual que se da entre capital y trabajo. Esto no solo permite generar riqueza y puestos de empleo, sino que ataca al corazón de la injusticia social y pone por delante al trabajo sobre el capital. En el capitalismo cognitivo el investigador, el innovador, es un asalariado, y el capitalista es el financista. Es por eso que planteamos en el nuevo “Código Orgánico de los Conocimientos” que el investigador/innovador sea prioritariamente el mismo  emprendedor o sea co-propietario del emprendimiento. Tenemos que cambiar la jerarquía de los valores de la sociedad: más importante es la idea que el capital (hay mayor valor social en el “Banco de Ideas” (repositorio de proyectos creativos), que en cualquier banco comercial corriente)[4].  Es por esto que la regulación del sistema financiero o la banca pública de desarrollo debe jugar un rol fundamental para romper la escasez de oferta de financiamiento para la innovación de tecnología social. Recuperar el sentido público del conocimiento, democratizar el acceso a ciencia y tecnología constituye un eje fundamental; es necesario no solo incrementar productividad, sino disminuir concentración del  los ingresos y de los patrimonios, y en esto estamos de acuerdo con Piketty.   

 

¿Podría señalar sus críticas al libro de Piketty?

Comparto el comentario de Paul Krugman, premio Nobel de economía, de que quizá estamos frente al libro más importante de la última década. La investigación de dos siglos y el enfoque interdisciplinario no solo atacan miradas dogmáticas sino que ponen en jaque a las propias ciencias económicas. De hecho creo que es el mejor texto de economía que he leído en los últimos años, justamente porque incluye la historia económica. La crítica fácil que -creo yo- se haría desde cierta izquierda es que el libro no plantea o no genera una alternativa al capitalismo. Me queda claro que el libro es una lectura desde un marco teórico neoclásico y desde el mismo capitalismo. No busca nunca salirse de aquel esquema. Si bien no estoy de acuerdo con tal mirada, no podemos pedir a una investigación algo que no pretende hacer. Con esta advertencia, mencionaré cinco críticas que podría hacer a esta investigación: La primera tiene que ver con escaso o marginal análisis que hace el autor sobre China. Sin lugar a dudas las decisiones que tome China afectarán el desenvolvimiento del capital en las próximas décadas. Solo por mencionar un aspecto principal en este sentido, Piketty señala la importancia del rol que juega el crecimiento poblacional en el crecimiento económico general. Podría pensar que la decisión tomada por el gobierno chino de permitir más de un hijo/a a aquellas parejas que vienen de familias de “únicos hijos”, en “algo” afectará a la demografía y al crecimiento mundial. No es justificación que no existe información disponible. Recordemos el libro excelente Adam Smith en Pekín  en donde Giovanni Arrighi hace un análisis extraordinario de las relaciones productivas y económicas en el capitalismo del siglo XXI y el papel que jugará China en este. El vacío de reflexión exhaustiva sobre China en el libro de Piketty creo que es una falencia grande que incluso podría distorsionar la prospectiva que se realiza en el libro. En ese marco, peca de una mirada muy occidental y eurocéntrica del capital. En segundo lugar, es un libro que habla sobre todo de la macroeconomía y no de las relaciones sociales de producción. Esto lleva a una crítica de David Harvey, que comparto, en la cual se señala que Piketty comete el error de tratar al capital como un stock físico y no como un sistema de relaciones productivas y de poder. También llama la atención que al tomar la decisión de analizar la composición del ingreso y la riqueza en función de percentiles o deciles (esto es, dividir la población del más pobre al más rico en 100 o 10 partes iguales ordenadas ascendentemente) se deja de lado en buena medida el análisis de clases socio-económicas. Dicha decisión impide que se analice minuciosamente la proporción de la riqueza en función de la población económicamente activa en su relación capital/trabajo. Si bien señala que la riqueza se concentra en el 1% más rico, podríamos preguntarnos: ¿qué porcentaje de ese 1% es capitalista y qué porcentaje es trabajador? Una sociedad en la que crece la acumulación de la riqueza de los capitalistas pero se mantiene el número de capitalistas es menos desigual que una sociedad con una menor población capitalista (mayor concentración de la riqueza). En el análisis de Piketty hubiera sido importante analizar la evolución de la población económicamente activa en la relación entre número de trabajadores frente al número de capitalistas. Si bien se analiza históricamente la relación capital/trabajo en dólares, no se analiza la relación entre población de capitalistas frente a población trabajadora, y la relación de esta última con la primera. En cuarto lugar, es necesario discutir en el capital del siglo XXI (quizá no en el del siglo XX o XIX) la unidad de análisis para contemplar la concentración de la riqueza. Si Facebook ha producido igual riqueza que el PIB del Perú, lo más seguro es que no necesariamente la unidad de análisis para medir la concentración de la riqueza deben ser los países. Es un tema debatible pero las transnacionales a nivel mundial adquieren mucha más importancia que muchos Estados-nación en el siglo XXI. Finalmente, podríamos señalar que si bien Piketty hace una crítica sustancial a la economía política de las estadísticas de construcción del PIB y menciona paradojas de la economía ortodoxa como el hecho de que si un país privatiza la educación y la salud incrementa el PIB (o que no se contabiliza ninguna remuneración sobre el capital público), no trata un tema fundamental que todo economista del siglo XXI debería al menos dejar planteado cuando aborda el tema de la riqueza: la contabilidad del patrimonio ambiental (aunque sea desde la misma mirada capitalista). Seguro no existen datos para contabilizarlo en el período que analiza Piketty. No obstante, no mencionar este tema es una ausencia teórico-conceptual a mi modo de ver bastante importante dado el objeto de su tratamiento. No nos referimos aquí a su planteamiento de poner un impuesto a la emisión de CO2 sino de incorporar en el análisis del capital al patrimonio natural. ¿En qué medida la acumulación de la riqueza y su concentración se sustenta en la dilapidación de la riqueza natural existente en el mundo? Un análisis del capital en el siglo XXI no puede dejar de lado el análisis del patrimonio natural y su relación con los modos de producción y acumulación de riqueza dentro de una economía (nacional o mundial). Si bien la entrada metodológica de Piketty es interdisciplinaria lo cual rompe las tradicionales formas monolíticas de hacer investigación, su marco conceptual no deja de ser ortodoxo y neoclásico. El tema del patrimonio medio ambiental adquiere importancia a nivel mundial en el análisis de la división internacional del trabajo. ¿Cuánto cambiaría la distribución mundial de la riqueza si se le da valor al patrimonio ambiental de cada país? ¿Qué sucedería en la distribución de la riqueza a nivel mundial si se contemplase el pago a la deuda ecológica? En este marco, así como debemos empujar más investigación y uso de energías renovables es necesario fomentar la reducción del consumo de hidrocarburo. A propósito del COP21 que se realizará este año en París (Conferencia sobre el cambio climático), la mejor estrategia de poner límites biofísicos al capital es concretar la propuesta ecuatoriana de compensación sobre Emisiones Netas Evitadas (ENES). A más de que dicha política permite caminar en un mundo más sostenible ambientalmente, creería yo que sería un cambio estructural en la distribución de la riqueza mundial a favor de los países del sur. El tema ambiental debe ser trabajado a la par de la recuperación del sentido público del bien conocimiento. No es casual que a nivel mundial, el bien común “conocimiento” se privatice a través del manejo de la propiedad intelectual híper-patentizada en los ADPIC, en los TLC y los TBI; y que el patrimonio ambiental siga siendo contemplado como un bien público/común mundial de libre acceso. No solo debemos concretar la nueva arquitectura financiera regional sino también la nueva arquitectura cognitiva del sur que dispute la normativa de OMC referente a los derechos de propiedad hiper-patentizados. Esto solo será posible si se concreta la integración en UNASUR/CELAC y caminamos de la mano en el tratamiento del conocimiento como un bien público y común de la humanidad. No sólo se necesitamos una democratización del conocimiento al interior de los países sino entre países.    Problematizar los temas ecológicos en el análisis del capital del siglo XXI es también considerar una mirada desde el Sur global. Siento que las 667 páginas del libro que estamos comentando tienen una perspectiva centro-periferia: observado desde el centro hacia los “márgenes” del mundo. Claramente se evidencia que las ausencias analíticas de la academia también evidencian relaciones de poder.

 

1 “¿Queremos vivir juntos? Entre la equidad y la igualdad”, publicado en Ecuador Debate No. 70. Disponible en http://repositorio.flacsoandes.edu.ec/bitstream/10469/3891/1/RFLACSO-ED70-06-Minteguiaga.pdf

2 Publicado en Alfredo Serrano, coord. ¡A (re)distribuir! Ecuador para todos. Disponible en http://www.planificacion.gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2012/08/%C2%A1A-Redistribuir-Ecuador-para-Todos.pdf.

3 En referencia al Hotel Ramada y a la Hacienda La Clementina: el hotel fue incautado por el Estado ecuatoriano a los hermanos Isaías en el caso del feriado bancario, y en el año 2012 su administración fue traspasada a una compañía integrada por sus trabajadores; por otra parte, la hacienda bananera fue embargada a Álvaro Noboa por evasión de impuestos, y en 2013 fue adquirida por una cooperativa formada por sus trabajadores, con un crédito de la CFN.  

Ancla 7
“Vienen con sed de venganza luego de 10 años"
(I y II partes)

Entrevista a René Ramírez, titular de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación.

Quito, 16 de marzo de 2016

El intelectual ecuatoriano afirma: “Más allá de los temas publicitarios, la agenda de los gobiernos progresistas no puede ser sobre el pasado, sino sobre el futuro. Recurrir al fantasma del neoliberalismo es similar a querer llegar al horizonte manejando un carro a través del retrovisor”. Por eso explica que los jóvenes miran hacia adelante porque no vivieron las carencias que enfrentaron sus padres hace 20 años.

 

La derecha ya se frota las manos. Ganó las elecciones en Argentina y Venezuela. Triunfó en el referendo en Bolivia y tiene cercado al Gobierno brasileño. ¿El siguiente en caer podría ser Ecuador? En ese contexto, el secretario nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de Ecuador, René Ramírez, reflexiona sobre el timming político que vive Latinoamérica. El también autor de varias obras sobre filosofía política y economía desmenuza los logros, errores y desafíos de los gobiernos progresistas. A continuación reproducimos ese diálogo en dos partes.

 

¿En qué momento de la historia están los gobiernos progresistas de la región?

Debemos tener claro que, en términos históricos, el cambio que se ha producido en estos 2 o 3 lustros ha implicado una mejora radical en las condiciones de vida de nuestros pueblos. Es década ganada frente a un cuarto de siglo perdido. En el caso de Ecuador, a diferencia del período precedente, en estos 10 años no solo que se redujeron todos los tipos de pobreza (de consumo, de ingreso, de necesidades básicas insatisfechas, etc.), sino que se ha reducido la desigualdad y se han democratizado derechos como nunca antes (salud, educación en todos sus niveles, seguridad social, etc.). No obstante, desde mi perspectiva, recién hemos generado las condiciones necesarias para hacer una transformación estructural. Obvio, en el marco de la historia, haber generado esas condiciones ya es en sí mismo revolucionario, pero debemos tener claridad para que no llegue el conformismo, ya que no se ha generado todavía el cambio estructural. Es decir, aún está pendiente producirlo. Esto no solo se debe a la falta de tiempo o a motivos macroestructurales, sino a ciertos errores o ausencias de acción para la transformación.

 

¿Cuál es la tarea pendiente o el déficit de los gobiernos progresistas, de las experiencias recientes en América Latina?

No sé si lo que voy a mencionar es consecuencia del error, de la omisión o se debe a la imposibilidad histórica de hacerlo. Los gobiernos progresistas ‘solo’ se preocuparon de la redistribución y no de la distribución. El discurso de la derecha nunca ha tomado en cuenta la desigualdad. La izquierda ha contemplado la reducción de la pobreza, pero en el marco de la reducción de la desigualdad. No obstante, no se preocupó o no pudo hacer el cambio en la estructura del poder real: la estructura productiva y de propiedad. De hecho, la región ha vivido (casi en su mayoría) un proceso de profundización de su estructura productiva primaria exportadora y secundaria importadora. Claro está, el Estado obtuvo más rentas al recuperar soberanía en sectores estratégicos (ej.: renegociando contratos petroleros o modificando la matriz energética), lo que permitió justamente financiar inversión pública para democratizar derechos, pero en el marco de una misma estructura productiva que genera muy poco valor agregado. No obstante, debe quedar claro que en muchos casos tal situación de inercia en el campo productivo se ha debido a la falta de posibilidades reales para hacerlo o de tiempo para concretarlo. En otros lugares, se creyó que con política macroeconómica se iba a trastocar la economía política en los aparatos productivos y, obviamente, se olvidaron de la parte ‘política’ de las políticas públicas. En otros territorios, simplemente no hubo voluntad de hacerlo. Nathalie Cely, por ejemplo, señaló antes de salir que el ‘modelo ecuatoriano’ fracasó. Creo todo lo contrario. En Ecuador lo que hemos hecho ha sido exitoso, pero habría tenido más impacto si hubiésemos sido capaces de trastocar el patrón de especialización productivo (justo la misión que debía cumplir). El lado más vulnerable que tiene la economía ecuatoriana es el frente externo (la balanza de pagos), que paradójicamente es el sector que más concentra riqueza de la economía; y en el marco de las relaciones de poder, el que menos ha cambiado su estructura. Sin duda, el parasitismo rentista importador es el que más daño ha hecho a la economía ecuatoriana. Sí vale la pena señalar que no me cabe la menor duda de que, de continuarse con la política en inversión en educación superior, más temprano que tarde, se disputará el cambio en el patrón de especialización, siempre y cuando no se pongan barreras institucionales que desincentiven el desarrollo tecnológico y la innovación.

¿Qué y en qué se debió haber trabajado entonces?

Algo que ha sido prioritario, y debe seguir siéndolo en el marco de la disputa histórica, es reducir desigualdades y mejorar la calidad de vida de la población. Todavía la región sigue siendo la más desigual del mundo en donde aproximadamente uno de cada 5 ciudadanos es pobre. No obstante, quizá aquí existe una ausencia (quizá por falta de tiempo) porque la mejora material sin una disputa contrahegemónica puede reproducir una cultura que imposibilita el cambio social. De hecho, el cambio social radical sin un cambio cultural  nos ha jugado una mala pasada. Al reducirse la pobreza, crece la clase media y al mejorar la calidad de vida de todos se creó mayor cantidad de consumidores, pero no necesariamente de ciudadanos. En otras palabras, la ciudadanía se la ejerce principalmente a través del consumo. Eso es lamentable. Sin estar para nada en contra de que los ciudadanos incrementen su consumo, debemos preguntarnos qué tipo de ciudadanía se construye a través del consumo. Eso hace que, incluso al mejorar las condiciones de vida, en el marco de una cultura consumista de necesidades ilimitadas el ciudadano busque marcar distancia de aquellos que todavía no logran satisfacer necesidades básicas. De esta manera se configuran nuevas divisiones sociales. En vez de crear una sociedad solidaria y cooperativa que se preocupa por el otro, se crea una sociedad individualista y egoísta. Es decir, la disputa del cambio de valores para construir ciudadanía solidaria no ha sido trabajada políticamente en toda su magnitud y, como consecuencia de los cambios redistributivos mencionados, se ha multiplicado la cantidad de consumidores con voracidad de más, sin límite ecológico ni ético. Más allá de los problemas de gestión y políticos que hubo en Quito, no es fortuito que en la campaña de Rodas se haya posicionado la publicidad ‘Podemos vivir mejor’: ya estamos bien, pero podemos estar… Recordemos también el eslogan del banco del banquero Lasso: ‘Lo mejor está por venir’. Nada es coincidencia.

 

¿Cuál ha sido el mayor acierto?

Desde mi punto de vista, más allá de la mejora social y apostar a la gente (salud, educación, becas, etc.), el principal acierto ha sido haber recuperado la autoestima, la esperanza, la dignidad y la soberanía de nuestros pueblos. Cae perfecto un tuit que leí el otro fin de semana: “Debemos recordar que el objetivo ideológico oligarca es que agradezcas que te exploten, que aplaudas cuando te humillan y que aceptes que ellos tienen la razón”. Esa filosofía se ha roto luego del paso de gobiernos democráticos  por la región. Otro logro igual de importante está relacionado al concepto ‘democrático’ porque los cambios radicales se han hecho en democracia y en paz. Pero debe quedar claro que esto no habría sido posible sin el nuevo pacto de convivencia social aprobado en 2008: la nueva Constitución de la República del Ecuador.

 

¿En qué se debe trabajar más para ese cambio cultural?

Antonio Gramsci señalaba que la disputa de la hegemonía se da en tres esferas: la educación, la comunicación y la religión. Dado el rezago social, producto de un sistema económico en el que la garantía del derecho estaba en función del poder de compra, nuestros países se concentraron mucho en el componente material de la educación: infraestructura, libros, desayuno escolar, uniformes, partidas docentes, etc. Esto era completamente necesario y urgente. No obstante, no se ha disputado ni la pedagogía ni los contenidos en los valores que permitirían disputar la construcción de un nuevo orden social. En cambio, en la matriz de pensamiento es vital transformar la manera en que enseñamos y aprendemos y el contenido de los sistemas formales de educación. En la educación superior se ha planteado un nuevo régimen académico que está por implementarse por parte de las universidades. En el campo de la comunicación, ha existido en los últimos años una disputa en los sentidos de la verdad, que estaba monopolizada y privatizada, a través de nuevos marcos regulatorios y medios que nacieron públicos. Sin embargo, no siempre se logró sostener con éxito semejante misión y muchas veces se desvirtuó su esencia. Presiento que nunca ha habido una estrategia de estar a la ofensiva comunicativa si no se ha estado en la retaguardia, en la resistencia. Si bien debe haber medios de gobierno que permitan la defensa frente al poder oligopólico mediático que defiende a grupos de interés específicos, es indispensable recuperar lo público de los medios públicos en toda su expresión. La disputa en las redes sociales debe quedar claro que debe ser agenda prioritaria en la construcción de nuevos valores sociales, hasta ahora pocos en estos procesos toman debida cuenta de su enorme poder de influencia y de construcción de posicionamientos.

 

¿Y el peso de las redes sociales?

Más importantes que las redes propiamente dichas, son los actores sociales que disputan la batalla en esta nueva esfera pública virtual. A su vez, en el campo de la religión, la agenda de ‘laicizar’ la sociedad no ha sido parte fundamental de los programas de acción. Podría sonar raro, pero el culto al consumo y al mercado es un dogma de fe que inconscientemente es reforzado por la religión que busca en cada instante perpetuar los dogmas como práctica sobre los cuerpos. Esto no implica irse en contra de ninguna religión. Me refiero a la idea de dogma como un conjunto de creencias que no puedes poner en duda, discutir o debatir; al dogma como cultura, no a su contenido. A su vez, a lo señalado por el autor italiano, añadiría que la construcción de un sentido contra-hegemónico se debe dar en el mismo proceso democrático y en la generación/disfrute de arte. Existe el imaginario de que la participación obstruye la eficiencia, cuando en realidad debemos tener claro que en el largo plazo lo más eficiente para mantener la sostenibilidad de un cambio es tener sistemas radicalmente democráticos. La ciudadanía quiere ser parte del cambio. No quiere que le cuenten que está cambiando a través de publicidad; más aún cuando, con los cambios producidos socialmente, se toma conciencia del deseo y necesidad de ser artífice del propio destino. La ciudadanía no solo quiere ser actor sino autor. Finalmente, sin disputar el sentido del arte construido como un bien de consumo y elitista, difícilmente se podrá hacer un cambio cultural. Hay una concentración del capital cultural en una élite socialmente reconocida y, por tanto, otra desigualdad, otra forma de pobreza, diría Bourdieu.

 

Puesto el panorama así ¿son irreversibles los cambios vividos en nuestros países?

En este momento, lo único que me queda claro es que la irreversibilidad de nuestros procesos únicamente se consigue ganando elecciones e intentando subsanar las ausencias y los errores que antes mencioné. Estos primeros meses del gobierno de Macri nos dejan grandes lecciones. A la derecha en el poder no le importa la institucionalidad ni cumple las promesas dichas en campaña. Viene con sed de venganza luego de 10 años en que no pudo levantar el teléfono para forzar que los gobiernos tomen  decisiones en su favor. Nombrar jueces por decreto, despedir a 70 mil servidores públicos, devaluar la moneda cuando juró que no lo haría, eliminar subsidios que benefician a las grandes mayorías, realizar acuerdos ominosos con los ‘fondos buitre’, modificar regresivamente la seguridad social, etc., dan cuenta de que no le importa la sociedad ni la gente, sino producir otra acumulación para concentrar en otros sectores que usualmente son los que tienen el capital: banca, agroexportadores, importadores, medios privados de comunicación, acreedores de deuda internacional. Electoralmente también nos deja lecciones. Tener malos candidatos, elegirlos por fuera de procesos democráticos o a dedo, no tener agenda  esperanzadora hacia el futuro, sino simplemente generar miedo con el fantasma del neoliberalismo tiene un impacto mortal en la continuidad de los procesos progresistas de la región. Ojalá que la ‘izquierda descafeinada’, como suele decir García Linera, entienda que la alternativa a los gobiernos de la década ganada son los gobiernos desalmados e inhumanos de derecha de las décadas perdidas.

 

¿A qué agenda se refiere?

Lo que está en  juego es el sentido de la esperanza. Cuando llegamos al poder la agenda era ‘Patria para todos’. Avanzamos radicalmente en esa dirección. Esa recuperación era esperanzadora. Hoy en día, en sociedades con estructuras demográficas jóvenes que han vivido la garantía de derechos sociales por parte del Estado, ya no se tiene como referente negativo el neoliberalismo, hasta podría decir que ese fantasma ya no existe. Difícilmente se podrá ganar las elecciones con el discurso de “prohibido olvidar” de la época del neoliberalismo. Tampoco se ganará con la idea de “cuidado regresa la partidocracia” luego de haber estado 10-15 años en el gobierno. Ese discurso no es para nada esperanzador el día de hoy. Macri gana sin agenda programática explícita, sino posicionando -con ayuda del marketing- la idea de la necesidad de ‘cambio’. Más allá de los temas publicitarios, la agenda de los gobiernos progresistas no puede ser sobre el pasado, sino sobre el futuro. Recurrir al fantasma del neoliberalismo es similar a querer llegar al horizonte manejando un carro a través del retrovisor. En este marco, debemos tener claro que nuestros pueblos han cambiado y con ello sus expectativas. En buena hora, el acceso a educación, a salud, ahora es visto como un derecho adquirido. Ofrecer aquello, así sepamos que todavía hay mucho por avanzar en esa dirección, ya no resulta tan esperanzador. Es poco movilizador. La juventud quiere futuro, esperanza, no pasado.

 

¿Cuál debería ser la nueva agenda política de la izquierda?  

Siempre he creído que la agenda de la izquierda, antes de la llegada de los gobiernos populares de izquierda en la región, era anticapitalismo, antineoliberalismo y no ‘pro-algo’. Esto se da porque la izquierda generalmente ha estado en el lado de la resistencia. He sostenido en otras ocasiones que la agenda radical debe ser alcanzar la vida digna, la vida buena, que es el mandato constitucional. Lamentablemente, el concepto de ‘vida buena’ se prostituyó y no se disputó su significado frente al concepto de desarrollo capitalista. El que nomina, domina. Hay que disputar los significados que nos ha impuesto la semántica del capitalismo, de la hegemonía. Incluso aquellos que parecen ‘neutros’: libertad, calidad, eficiencia, justicia, equidad, igualdad, etc. Construir la sociedad del Buen Vivir implica poner en el medio el debate la distribución del tiempo, pues, como dice Ragageles: “Libre es aquel que consigue no tener hipotecado su tiempo”; a lo que añadiría porque el tiempo es vida, y dependiendo de cuán libre es (el tiempo) puede ser buena o mala vida. La utopía no solo es la apropiación del plusvalor productivo por parte del trabajador, sino que debe ser la apropiación del plusvalor social por parte de la propia sociedad, del propio ciudadano. Si bien el mundo del trabajo es fundamental en la reproducción social y en la reproducción de la vida, no puede ser el único interés político.

 

¿A qué se refiere?

A lo que me refiero es a que hay que situarse en la perspectiva más amplia de la transformación de las relaciones sociales en sentido emancipador, liberando tiempo para el amor, para el ocio creador, para el arte y la artesanía, para el descubrimiento personal, para el erotismo, para el estudio, para el viaje, para los amigos, para la participación democrática, para la fiesta y el goce de la naturaleza, para la minga. A su vez, al ser la defensa de la vida su máxima expresión, la nueva agenda de izquierda debe ser también radicalmente ecológica. En otras palabras, necesitamos una propuesta que organice la sociedad en función de la realización de la libertad individual y de la autonomía social en el marco de vivir en armonía con la naturaleza, lo que implica disputar también nuevas formas de organización y propiedad productiva; sin dejar de disputar la actual división internacional y sexual del trabajo. En esta agenda de construir un nuevo orden social, es fundamental apalancarse en recuperar el sentido público y común del bien conocimiento en favor de nuestros pueblos para construir una agenda de innovación verde que permita disputar la nueva era del capitalismo cognitivo digital. No hacerlo es condenar a nuestros pueblos a un neodependentismo: el de la mentefactura.  

 

¿Qué rol juega el Estado en eso?

En estas décadas se ha dado un retorno del Estado sin el cual no hubiese sido posible garantizar derechos y democratizarlos. No obstante, el corazón del cambio no es el Estado; es la sociedad integral. Y digo justamente integral porque debe incluir la realización individual, además de la de orden colectivo. Eso debe entender bien la izquierda. A veces parece que solo tenemos agenda para el Estado como si fuese este el fin. ¡Un fin en sí mismo! La nueva agenda debe buscar la sociedad integral, no un Estado integral únicamente, siguiendo la metáfora de René Zavaleta. Se puso mucho énfasis en la recuperación del Estado para la sociedad, pero no con la sociedad. Con esto quiero decir que es necesario un segundo momento de transformación del Estado en donde exista una participación mucho más activa por parte de la ciudadanía en la acción de nuestros gobiernos y un involucramiento y empoderamiento mayor de esta en las acciones públicas. Frente al ‘Estado vertical’ se necesita un nuevo diseño institucional y una práctica real de un ‘Estado horizontal’. Sin sofismas, las actuales condiciones de la informática y la comunicación permiten construir un Estado democrático (el ciudadano siendo servidor público y este ejerciendo su rol también de ciudadano) y no capitalista. La eficiencia de este Estado estará justamente en la acción colaborativa que se pueda tener con la propia ciudadanía. Asimismo, un cambio fundamental es, sobre todo, apostar a las asociaciones público-común, privado-común y no solamente público-privado.

 

¿Y la crisis de precios de commodities cómo afecta en esta coyuntura?

El capitalismo está produciendo crisis sociales con mayores frecuencias que de costumbre. Esto es consecuencia de la velocidad con que circula la información y el capital. Lo que debemos tener claro es que las crisis son consustanciales al capitalismo. Es decir, el capitalismo necesita de estas para reacumular. No es fortuito que en estos últimos años se haya llegado a la utopía del capitalismo: que un 1% de la población mundial tenga el equivalente del 99% restante. En estas crisis, se suelen dar procesos en donde se quiebra la estructura para reestructurarse. Generalmente, se reestructura para que en estas rupturas pocos se queden con más y muchos se queden con menos riqueza aún. Es decir, siempre suele pagar los costos el 98%-99%. Es lo que ha pasado a nivel global. La crisis mundial abre un boquete y con ello la posibilidad también de aprovechar la obligada reestructuración de la estructura de la riqueza socialmente producida. El país debería estar pensando, a propósito de la vulnerabilidad que tenemos frente a shocks externos de precios de petróleo, qué otra economía necesitamos en el largo plazo. Y debemos pensarlo con conciencia justamente en esta crisis de precios del petróleo porque el apogeo o, mejor dicho, la bonanza económica  genera muchas veces aburguesamiento conservador e inacción de cambio. En el corto plazo, dado que implicará tomar decisiones de cómo se corta el pastel (y no hacerlo implica fortalecer a ese 1%), creo que se abre una ventana de oportunidades para reestructurar una composición social que favorezca a ese 98%-99% restante y que permita una convergencia hacia el medio y no hacia los extremos. En un año, de no tomar correctas cartas en el asunto, se podría erosionar lo conseguido en 9 o retornar algunos años atrás. Costos existirán. La pregunta: ¿quién paga?

 

Claro pero en medio hay una crisis económica global

Sí, pero esta crisis internacional develará más rápidamente la agenda de la derecha que, desmaquillada, no es otra que el favoritismo hacia los grandes capitalistas. Con esta agenda antipopular, en el mediano plazo es inviable que la derecha se sostenga por mucho tiempo en el poder. La mala noticia es que será muy eficiente, no solo en desmantelar lo conseguido, sino que en poco tiempo podrá articular la institucionalidad a nivel internacional para que incluso pueda seguir permaneciendo en el poder sin estar en el gobierno del Estado. Pienso en Mauricio Macri adhiriéndose a Alianza del Pacífico y firmando tratados de libre comercio con Estados Unidos, Europa y Asia, a la vez poniendo barreras para que Unasur y la Celac prosperen. No existen muchas opciones. En esta reestructuración obligada o buscamos transformar para ese 98%-99% o desacumulamos lo conseguido en 9 años dando un pase gol a la derecha en los procesos electorales que están por venir. Fácil decirlo, difícil hacerlo. (I)

Ancla 9
"No habrá democracia de calidad mientras no exista ética en la política"


Entrevista a René Ramírez, titular de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación.
Quito, 1 de diciembre de 2016

Para el académico, 2016 “puede ser leído como el año del fin del largo siglo XX en términos históricos”. Agrega que el Brexit, la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y la muerte de Fidel Castro simbólicamente marcan un parteaguas en la correlación de fuerzas a nivel mundial, tanto política como económica. Álvaro García Linera señala que es el fin de la globalización.

 

¿Cómo se llama su nuevo libro?

‘La gran transición: en busca de nuevos sentidos comunes’.

¿Por qué la gran transición?

En referencia al libro de Karl Polanyi  ‘La gran transformación’, ubico lo sucedido en Ecuador en esta década en el marco de la disputa política, de los antecedentes neoliberales que marcaron dos décadas perdidas para el país y América Latina. Existe un absurdo histórico de querer señalar que 10 años es suficiente para hacer una transformación estructural, como han mencionado ciertos políticos como María Paula Romo o Guillermo Lasso. Eso es no tener idea de la historia, ni ecuatoriana ni mundial. Aquello es imposible, más aún cuando se tuvo que desmontar una institucionalidad creada para generar una sociedad oligárquica y luego de destruirla volver a edificar otra que busque el bien común de las grandes mayorías. Si alguien está siendo arrastrado por la corriente en dirección a una cascada, lo primero que tiene que hacer es enrumbar el barco para que tome otra dirección. Estos diez años han permitido re-direccionar el barco, navegando a contracorriente de las relaciones de poder mundial y generar la energía social suficiente para dirigirse hacia aguas pacíficas y poder anclar en buen puerto. Parte de la gran transición implica haber redireccionado el barco, al mismo tiempo que se mejoraba el bienestar de sus pasajeros.

 

¿Esto quiere decir que no existe una década ganada?

Claro que existe una década ganada y tenemos frente a nosotros otra década por ganar, pero es primero una década por disputar. No obstante, debemos hacer una lectura histórica de la década ganada. Más allá de los resultados sociales, que son a todas luces positivos (se ha reducido la pobreza, han mejorado los niveles de consumo, de ingreso, acceso universal a educación y salud, entre otros.), existe una década ganada en términos políticos justamente porque está viva la posibilidad de seguir disputando una transformación de las estructuras sociales para edificar un nuevo orden social: la construcción de una democracia humana sostenible; es decir, la sociedad del buen vivir.  

¿Cuáles son las condiciones históricas que identifica en esta transición que viabilizan la gran transformación?

Que haya existido un momento destituyente/constituyente, donde la ciudadanía manifieste la necesidad de firmar un nuevo pacto social de convivencia que genere un nuevo orden social; que el nuevo pacto social viabilice una transformación estructural y que las decisiones políticas que acompañan al nuevo pacto hayan sido acciones estructurantes que permiten configurar las condiciones de posibilidad de poder disputar la gran transformación.

 

Está claro el momento destituyente/constituyente, ¿pero el nuevo pacto social viabiliza un nuevo orden social?

No me cabe la menor duda. El horizonte de sentido está plasmado en el nuevo texto constitucional. Los tránsitos para la transformación son algunos. Por ejemplo, debemos pasar: 1) del antropocentrismo al biocentrismo; 2) del colonialismo y patriarcalismo a la sociedad pluridiversa (plurinacional e intercultural); 3) de la democracia exclusivamente representativa (que es consustancial al capitalismo) a la democracia humana sostenible, basada en la participación y deliberación social; 4) del capitalismo de mercado (desmercantilización social) a la economía social y solidaria y, 5) del Estado corporativo mercantilista al Estado soberano popular garantizador de derechos. Europa planteó la construcción del Estado de Bienestar y esa ha sido la última propuesta de construcción de un nuevo orden social (luego del fracaso de los ofrecimientos de sociedad realizados por el bloque soviético). Ahora parece que la derecha empieza a desmantelarlo. En este marco, el camino se basaba, entre otras aristas, en reconocer la igualdad de los ciudadanos frente a los derechos sociales basados en la democracia representativa. Sin lugar a dudas, las propuestas constitucionales de Suramérica avanzan en esa dirección y los gobiernos progresistas han avanzado rápidamente en reducción de pobreza, desigualdad y democratización de derechos. Pero en el mundo que vivimos aquello es insuficiente. La “nueva modernidad”, si cabe el término, pasa por la construcción de sociedades plurinacionales. Eso plantean las Constituciones de Ecuador y Bolivia, que sin lugar a dudas están en la vanguardia en estos términos. Mientras esto planteamos en el Sur, en Europa la semana pasada en dos días murieron 340 migrantes tratando de llegar a sus tierras. De hecho, en  2016 se llegó a la cifra récord de 4.300 muertos en el Mediterráneo con tres veces menos llegadas de migrantes por el mar que en 2015. Europa ahora es sinónimo de oscurantismo y barbarie. La igualdad tiene que convivir con la diversidad y reconocer la diversidad de identidades que hay en el mundo. En este marco, la vanguardia está en reconocer la ciudadanía universal y el reconocimiento de que se pueden construir Estados Plurinacionales unitarios respetando la pluriculturalidad de identidades y de naciones que conviven en cada territorio.    En su diagnóstico del surgimiento del fascismo a mediados del siglo XX, Polanyi muestra cómo el nacionalismo xenófobo fue una reacción contra la enorme desigualdad provocada por el libre mercado, un mecanismo de defensa social. En nuestros días, salvando las distancias de la analogía, parece ser que la historia se repite.   

 

¿Y en el ámbito económico qué implican las transiciones que viabilizan la transformación?

A nivel mundial, podría pensar que  2016 puede ser leído como el año del fin del largo siglo XX en términos históricos. El Brexit, la victoria de Trump y la muerte de Fidel simbólicamente marcan un parteaguas en la correlación de fuerzas a nivel mundial, tanto política como económica. Solo el rechazo de los tratados transatlántico y transpacífico y la salida de la UE de Gran Bretaña configuran otro escenario en el panorama mundial. García Linera señala que es el fin de la globalización. Personalmente creo que es el comienzo de otra globalización. Ecuador debe pensarse en ese marco.   En estos 10 años se ha podido caminar disputando el sentido de la barbarie de lo que es el capitalismo pero obviamente dentro del capitalismo. La izquierda autista cree que era viable hacerlo desde otro sistema. ¡Imposible! A veces siento que esta izquierda no entiende nada de lo que significa el poder, en tanto que la derecha tiene un gran entendimiento no solo de su significado sino también de cómo ejercerlo. En términos resumidos puedo señalar que en el libro planteo que en esta década se han realizado tres acciones (a diferentes velocidades) que son indispensables para seguir disputando una gran transformación: 1) una gran desconcentración del capital; 2) una nueva acumulación socio-ecológica originaria; 3) una gran acumulación de capital físico. Queda pendiente buscar edificar una forma de organización productiva en donde se redistribuya produciendo y se produzca distribuyendo. Planteamos la construcción de una economía social de los conocimientos construida desde una lógica colaborativa. En estos procesos se tienen que configurar otros sentidos comunes que rompan la hegemonía del valor de cambio y se edifique una nueva apropiación social valórica basada en la vida y en el valor de uso. Debemos romper con la sociedad que sabe el precio de todo, pero conoce el valor de muy pocas cosas. La construcción y apropiación de tales sentidos es tarea pendiente de la segunda transición que se encuentra en disputa.

 

¿La izquierda que usted llama autista señala que los grandes ganadores son los capitalistas? ¿Qué opina frente a tal afirmación?  

La década es ganada porque ha ganado toda la sociedad. La diferencia es que en comparación con el período precedente a estos diez años hubo una prioridad deliberada: los pobres y los trabajadores. En el libro demuestro que el crecimiento de estos 10 años fue pro-pobre y pro-trabajador. La participación en el pastel (que, dicho sea de paso, se duplicó) disminuyó 10% para los capitalistas y se distribuyó en los trabajadores y en aquella economía denominada mixta (por ejemplo, economía popular, cooperativas, etc.). En estos diez años se tomaron decisiones que disputaron una desacumulación de la lógica capitalista; es decir, que pase de manos —ya sea en stock o en flujos futuros— de los capitalistas hacia la sociedad, ya sea directamente o indirectamente a través del Estado. Para muestra unos botones: el resarcimiento de los dos mayores atracos sociales en la historia del país, con la auditoría de la deuda externa y el cobro del salvataje bancario de 2000; la recuperación social de las rentas petroleras; el financiamiento de la duplicación del bono de desarrollo humano destinado a los más pobres financiados con las utilidades de los bancos privados son ejemplos de esta desconcentración de capital. En términos estructurales, debemos estar vigilantes que el acuerdo comercial no conlleve una reconcentración de la acumulación en el capital transnacional y que aquella acumulación originaria producida en esta década no sirva para generar otra acumulación, sino que produzca reconcentración de la riqueza en donde se perpetúe el patrón de especialización del país. Asimismo, se ha dado una nueva acumulación socio-ecológica originaria, sobre todo al democratizar capacidades humanas: acceso a educación, salud, seguridad social, o al evitar la emisión de 6,3 toneladas/año de CO2 como consecuencia del cambio en la matriz energética, etc. No es fortuito que el promedio de vida de los ecuatorianos haya aumentado 5,5 años. En esta transición, así no le guste escuchar a la izquierda autista, siempre será necesaria una acumulación importante de capital físico no especulativo que viabilice otra acumulación: carreteras, hidroeléctricas, puertos, aeropuertos, etc. Lo que debemos tener claro es que en este escenario se ha producido una acumulación que no existía antes y que la derecha se está frotando las manos para servirse la mesa puesta. Luego que se creó una riqueza que no existía, la derecha busca concentrar los beneficios en pocas manos en capitalistas nacionales y/o transnacionales. Congelar el aumento del gasto social por 20 años, imponer eliminar la obligación de garantizar la educación inicial y media que sea pública y gratuita realizada por Temer; o la reducción de la inversión en Ciencia y Tecnología que realizó Macri o la propuesta de Lasso de privatizar la seguridad social para que cada “uno elija” su proveedor a nombre de la libertad (léase el que tiene plata elija y para los demás nada) es clara evidencia de una nueva acumulación que pretende hacer o ya lo está haciendo los grandes capitales en nuestro continente luego de la década social ganada por los gobiernos progresistas. La propuesta de la derecha: la apropiación de las capacidades humanas y las instituciones de interés común. Debemos darnos cuenta de que en Argentina, Brasil –por ejemplo- la disputa por la transformación se ha vuelto muy opaca.    

 

¿Cuál debería ser la estrategia?

En la disputa de constitucionalizar a la sociedad ecuatoriana se debe tener claro el sentido de la historia que vivimos actualmente. La inserción en el mundo ya no pasa por permitir un libre flujo de bienes y servicios. Como señalé, parece ser que 2017 será el inicio del siglo XXI. Esa estrategia es del siglo pasado y nos sumiría en la peor de las dependencias de la historia. Cuando en el libro hablo de la gran transición también señalo que no se trata de una sola transición sino de dos: la que firmamos los ecuatorianos y que está plasmada en el texto constitucional y la que sucede a escala mundial: el tránsito del capitalismo industrial al capitalismo cognitivo basados ambos en procesos de financiarización especulativa de la economía. La nueva política comercial pasará por el manejo de la propiedad intelectual, y la estrategia debe estar vinculada a una inserción inteligente en los grandes circuitos de generación de conocimiento, tecnología e innovación en el marco de las necesidades y potencialidades de nuestros pueblos. Lamentablemente, veo muy poco debate sobre cuál es el papel de la ciencia en la trasformación social y cuál es la estrategia de desarrollo tecnológico para las próximas décadas en Ecuador. Ecuador no saldrá de las trampas de desarrollo sino plantea una estrategia clara de cómo romper la dependencia tecnológica y cognitiva; pero tampoco saldrá adelante sino sabe defender y conocer la biodiversidad que tiene. No es fortuito que en los tratados mundiales se obligue a los países a poner en los códigos orgánicos penales sanciones hasta con prisión cuando se atenta a los derechos de autor o de propiedad, en tanto que no se diga nada cuando se roba la biodiversidad de nuestros territorios (biopiratería). En el libro se plantea que la nueva geopolítica ya pasa por la disputa de la relación conocimiento-biodiversidad; es por eso, que la estrategia planteada es el bio-conocimiento para el buen vivir de nuestros pueblos y nacionalidades. Gracias a Dios tenemos petróleo pero debemos tener claro que únicamente gracias a una acción colectiva social deliberada podremos ser un país terciario exportador de conocimiento y tecnología. Gracias a Dios tenemos Galápagos, pero gracias a la voluntad de los ecuatorianos nos construiremos como Innopolis.

 

¿A qué se refiere cuando señala el poco debate que se da sobre estos temas en el proceso electoral?

Es muy triste ver cómo hemos caído en la democracia de la ‘encuestología’, que para el caso de la oposición al gobierno consiste simplemente en oponerse a todo lo que el gobierno ha hecho según sus encuestas. No existe ninguna propuesta. No solo eso. Si uno analiza lo que dicen los candidatos, el país quebraría más temprano que tarde. Ecuador no tiene política monetaria por tener el dólar, la política comercial podrá verse  cercenada por obvias razones y a su vez se escucha en las propuesta de los candidatos que van a bajar impuestos, van a quitar el impuesto a la salida de divisas o el del anticipo del impuesto a la renta, etc. Cuando el gobierno puso las salvaguardias, entre otras razones, para defender la dolarización, la derecha inmediatamente salió a atacarlo. Se quiere garantizar derechos de calidad como en el ‘primer mundo’, con sistema de impuestos del cuarto mundo: ¡inviable! De concretarse tales acciones, en poco tiempo el Ecuador tendría que salir de la dolarización (sino varía el precio del barril del petróleo radicalmente hacia arriba). Creo que estamos en un debate poco serio en el campo económico en el proceso electoral.   Un punto más: se está disputando el pasado reprimido. La derecha dice: se gastó demasiado, ahora hay que enmendar a través del sacrificio. Es la moral punitiva, que busca inducir el temor y resolverlo señalando a un chivo expiatorio. En todos los discursos de oposición se anuncia un mesías negativo y se escucha el tono lastimero de miércoles de ceniza del carnaval revolucionario. La izquierda debe seguir disputando el futuro: la esperanza, inyectar la convicción de que es posible que todos vivamos bien, aquí, hoy y en esta tierra llamada Ecuador. ¡Dejemos que la esperanza venza al miedo!

 

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en esta disputa?

Los medios de comunicación son la principal herramienta de poder usada por la derecha para producir desencanto y desesperanza. Los noticieros, los diarios intentan construir la sociedad del miedo, de la sospecha, de la desconfianza. Los noticieros que más crecen en audiencia son los que más sangre presentan. A esto se suman las redes sociales, esta nueva esfera pública que permite a través del anonimato (trolls) difamar sin ninguna responsabilidad pública. Las estrategias de piramidación cuando se intenta generar la noticia de la semana son claras: se usan los grandes medios masivos y los grandes ‘influenciadores’ que tienen muchos seguidores en sus cuentas de redes sociales y que no azarosamente suelen ser periodistas de medios privados. Por eso, hoy en día uno de los principales principios que hay que disputar en la democracia es la verdad y su defensa en la esfera pública. Como ciudadano esperaría que cualquier candidato a la Presidencia de mi país siempre esté apegado a la verdad y tenga la valentía, en caso de haberse equivocado, de aclarar y pedir disculpas públicas por el error cometido. No que se utilice la mentira como estrategia deliberada de ganar votos. Es la estrategia de una derecha sin moral. Debemos tener claro que no habrá democracia de calidad mientras no exista ética en la política y mientras no reine la verdad en la esfera pública.

 

Existe una izquierda que señala que ha sido una década desperdiciada. ¿Qué opina?

Comparto lo señalado por Emir Sader: para quienes ha sido una década desperdiciada es para la misma izquierda que realiza tal afirmación. La pregunta que hace el sociólogo brasileño es pertinente: si gobiernos como el de la Revolución Ciudadana serían responsables por el retorno de la derecha como suelen afirmar estos grupos, entonces, ¿por qué esta ‘ultra izquierda’ no se ha fortalecido, no ha aprovechado el debilitamiento de los gobiernos progresistas y han ocupado su lugar? Simple, porque no tiene ninguna base popular y porque sus argumentos no han penetrado en ningún sector de la población. Esta izquierda debería aprender que también son responsables de sus acciones o no actuaciones. Lamentablemente, la derecha ha sido mucho más astuta y eficiente en términos políticos que esta izquierda. No es casualidad que esta izquierda en las próximas elecciones no tenga ningún vocero directo como candidato presidencial. Una izquierda sin pueblo, no es izquierda. En este sentido, parece que les quedó grande el sustantivo izquierda. ¡Sí que han desperdiciado esta década!    

 

¿Cuál es el papel de la política en este sentido?

Quizá tan importante como viabilizar la disputa es que la misma transición descrita ha sido realizada en el marco de una historia democrática y pacífica. El proceso de reconfiguración social, al tener estas características, ha permitido recuperar la confianza en el otro y sobre todo la capacidad de asombro ciudadano frente a la injusticia social, lo cual ha permitido transitar de la ira de los indignados a la esperanza ciudadana. La derecha tiene claro que la confianza, la esperanza ciudadana y la recuperación de la política son la principal arma que tienen los procesos progresistas para seguir avanzando. En este marco, es vital para la derecha desencantar, desesperanzar a la ciudadanía y desmantelar la imagen de la política como espacio para crear un orden social justo.   En este marco, es necesario entender la acción política como medio pero también como fin del proceso de cambio. De esa manera, la acción política debe crear un círculo virtuoso, basado en actores que apoyen y empujen el cambio, y que el cambio que sostienen y auspician los fortalezca. Frente a la sociedad de la desconfianza y el miedo que busca instaurar como sentido común la derecha, uno de los principales retos que tiene Lenín Moreno es reseducir a la ciudadanía –como lo hace- para seguir con el espíritu esperanzador que hemos tenido en estos 10 años, lo que implica generar otra estética en la política. (I)

Ancla 10
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